Autora: Kathleen Fleming
Fuente: www.majesticunicorn.biz

“Este era mi pasillo el pasado miércoles: roto, afilado y traicionero. Así estaba mi pasillo.

Fue mi hijo quien hizo esto.

A veces, muy a menudo en realidad, las cosas se rompen irreparablemente, y te dejan sin aire… en ese mismo instante.

Me dejó sin respiración que mi hijo irrumpiera en el baño, frustrado, enojado y harto por razones que eran muy importantes para él y que cerrara de un portazo la puerta del baño, provocando que el pesado espejo montado en la parte delantera se cayera de su sujeción hasta el suelo, rompiéndose en un millón de trozos que reflejaron la luz de la tarde.

Me quedé callada. Observé el daño y respiré profundo. Saqué al perro fuera para que no se cortara las patas y puse al gato en el sótano por la misma razón.

Fui al patio trasero y sentí cálidas lágrimas deslizándose por mi rostro. Es increíble cuán solos se pueden sentir los padres solteros en momentos como este. Me di cuenta de cuán asustada y decepcionada me sentía. ¿Realmente pasó esto? Sí, esto era real.

Y mientras consideraba de pie si esto era o no un indicativo de su carácter en desarrollo, escuché su llanto a través de la ventana encima mío, desde el interior del baño.

Su alma estaba dolida, él tampoco esperaba eso. Hola enfado, no recuerdo haberte invitado a mi casa.

Da miedo.

Asustada.

Aterrorizada.

Avergonzada.

Preocupada.

Atemorizada.

Respira profundo, #MamaGuerrera, respira profundo. Esta pequeña y frágil alma te necesita ahora mismo. Te necesita en tu mejor estado, con tu mayor compasión. Tu más gentil y firme amor y seguridad de mamá. Más respiraciones profundas. Vamos mamá.

Ve, ve ahora. Ve a abrir la puerta de la entrada, esquiva el cristal roto, escúchale mientras nota que te acercas, mira la grieta abierta en la puerta del baño, mira la cara que más amas en el mundo roja de preocupación y húmeda de llanto, su voz de repente tan pequeña: “Mama, no lo volveré a hacer, lo siento tanto”. Más lágrimas, más llanto. Tanta incertidumbre en su dulce rostro.

Ve mamá, tómalo. Ve ahora, ponlo en tu regazo. Sí, también estás llorando. Maldita sea, esto fue grande. Sujétalo fuerte. Mira cómo se hace rápidamente un ovillo en tus brazos. Mira qué dispuesto está a que le quieras, a que le des seguridad. Mira cuán pequeño es. Mira cuán frágil es su espíritu.

Te quiero.

Estás a salvo.

Estoy justo aquí.

La peor parte ya pasó.

Te tengo.

Estoy aquí.

Te quiero.

Ve mamá. Háblale de la ira. Dile ahora. La ira es un sentimiento muy poderoso. Tienes derecho a sentir ira, la ira arde caliente. Puede purificar, puede también destruir. Él asiente, lo siente, él acaba de conocer la ira.

Hay una mejor forma de demostrar tus sentimientos.

Vamos a trabajar en esto juntos… mañana.

Estoy aquí para ayudarte.

Estás seguro.

No estás nunca solo en tu ira.

Nunca estás solo en tus miedos.

Estoy aquí. Estamos aquí juntos.

Ahora limpiaremos juntos.

Y limpiamos los trozos rotos. Barrimos y aspiramos. Fue un trabajo silencioso, fue cuidadoso. Fue un trabajo reflexivo.

Estoy aquí.

A veces las cosas se rompen. Algunas veces las rompemos. Haberlas cómo o porqué se han roto no es lo que importa. Lo que importa es cómo elegimos responder a este hecho. ¿Esto nos mata?¿Nos lleva a una espiral descendente de culpa y castigo?

¿O nos ayuda a recordar cómo amar más profundamente? ¿O nos empuja hacia la compasión por encima de lo “correcto” e “incorrecto”, hacia el amor?

Sí, el amor.

Ve mamá. Ve ahora. Toma a este bebé tuyo, enséñale esto. Enséñale esto, vive esto. Se llama amor. Ahora, ve!”

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 Kathleen Fleming

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