Autora: Blanca Torres
Fuente: Blancatorres.org

El nacimiento de un hijo abre una nueva etapa en la vida de la pareja, ocasionando diversos cambios tanto sociales como psicológicos y también, especialmente en el caso de la madre, biológicos.

Dichos cambios suelen ir acompañados de una nueva visión del mundo y de una nueva forma de sentir, en la cual, el afecto, el placer y la sensualidad adquieren diferentes dimensiones.

En este sentido, la lactancia materna se convierte en una de las principales fuentes de afecto, otorgando múltiples beneficios, no solamente para el desarrollo físico y psíquico del bebé, sino también para el bienestar emocional y sensorial de la madre.

Sin embargo, algunos de los cambios en la sexualidad femenina durante este periodo, a veces son motivo de preocupación dentro de la pareja, ya que en una primera etapa de la lactancia el deseo sexual de la madre suele disminuir.

No obstante dicha disminución del deseo no debe ser entendida como algo problemático ya que es un proceso natural, normal y derivado de causas fisiológicas y psicológicas que a su vez aportarán nuevas fuentes de placer.

Entre los factores fisiológicos la influencia de los cambios hormonales, que se resumen a continuación, es especialmente relevante tras el parto y en los primeros meses de lactancia: Los elevados niveles de estrógenos mantenidos durante el embarazo descienden rápidamente con el desprendimiento de la placenta; dichos estrógenos actúan inhibiendo la prolactina (hormona responsable de la subida de la leche y de la producción de la misma en los alveolos mamarios). Por lo cual, al disminuir los estrógenos comienza a actuar la prolactina, producida en la hipófisis. Los niveles elevados de prolactina se mantienen gracias a la succión del pezón, ya que dicho estímulo manda una señal a la hipófisis que estimula la secreción de la hormona. Al mismo tiempo la disminución frecuente de la leche en el pecho también mantiene altos los niveles de prolactina.

En lo que respecta a la sexualidad, el rápido descenso de estrógenos provoca disminución de deseo, así como un alto nivel de prolactina. Esta hormona, además, suele inhibir la ovulación durante los primeros meses de lactancia.

Atendiendo a explicaciones puramente biológicas, parece lógico que la naturaleza desarrollase este mecanismo hormonal que, a la vez que ayuda a la supervivencia y bienestar del bebé, frena todo tipo de motivación y posibilidad para un nuevo embarazo. Por ello disminuyen tanto la fertilidad como el deseo sexual. No obstante este proceso hormonal tiene lugar durante los primeros 6-8 meses de lactancia, posteriormente estrógenos y prolactina tienden a regularse y puede comenzar la ovulación.

Ahora bien, el hecho de que  disminuya el deseo sexual no es sinónimo de ausencia de placer ni de sensualidad. En este sentido es preciso mencionar otra de las hormonas con una importantísima función en la lactancia: La oxitocina, la cual en respuesta a la estimulación del pezón produce el “reflejo de eyección” es decir, la salida de la leche.

Esta hormona, de crucial relevancia en las contracciones del parto, es conocida también por su función en las relaciones sexuales, sensuales y afectivas y se relaciona con sentimientos de bienestar, de seguridad, de intimidad, de apego y de placer.

Por lo tanto, la lactancia no solamente estaría proporcionando alimento al bebé sino aportando emociones y sensaciones placenteras a madre e hijo.

De hecho, algunas madres expresan la experiencia de dar el pecho como algo realmente placentero a nivel físico y psíquico. Tanto es así que en la literatura relacionada con este tema encontramos testimonios de mujeres que experimentan sensaciones parecidas al orgasmo durante la lactancia (Glabach, 2002). Estas sensaciones suelen ser producidas por las contracciones que la oxitocina provoca en el útero. Cuando el parto está muy reciente pueden ser molestas a la par que importantes, ya que su función es ayudar a la recuperación del útero, pero a medida que pasa el tiempo, dichas contracciones son más suaves y en muchos casos placenteras.

Otras mujeres definen la lactancia como “hacer el amor” con el bebé, ante lo cual de manera divertida explican que “tras hacer el amor tantas veces al día, no queda energía para volverlo a hacer con el marido”. Se trata de una bella metáfora, que posee algo de verdad.

En un principio puede resultar extraño o incluso incómodo relacionar el cuidado de nuestro bebé con algo “sexual”, pero lo cierto es que el placer corporal y sensual es mucho más extenso que lo que entendemos por “sexualidad” en occidente y lógicamente la naturaleza se encarga de que conductas beneficiosas para la especie sean altamente placenteras, como es el caso de la lactancia.

Dejando aparte los factores hormonales, analizaremos las causas psicológicas de la disminución del deseo.

La principal de ellas es la atención absoluta que demanda el recién nacido y el consecuente cansancio que dicha atención produce. La madre esta pendiente de él a todas horas y se vuelve hipersensible a cualquier estímulo procedente del niño, ignorando cualquier otro reclamo que pueda distraer su atención del cuidado del bebé.

Por otro lado, sobre todo en madres primerizas, pueden existir miedos con respecto al niño. Si son preocupaciones y miedos frecuentes darán lugar a ansiedad y, obviamente, la ansiedad frenará el deseo.

Asimismo, los cambios en el ritmo de vida llevado hasta ese momento también provocan alteraciones emocionales que necesitan un tiempo de ajuste para volver a normalizarse.

Estos factores psicosociales pueden ejercer un efecto más prolongado sobre el deseo de sexual que los factores hormonales, ya que como se mencionó con anterioridad las hormonas tienden a regularse entre el sexto y el octavo mes aproximadamente. Sin embargo mientras el bebé sea pequeño y dependiente seguirá demandando atención tanto física como emocional; así el ritmo de vida de los padres estará sujeto a modificaciones que, en general, permiten menos tiempo y energía para las relaciones sexuales.

¿Cómo actuar ante un descenso del deseo sexual en la lactancia?

En primer lugar cabe destacar que este cambio en el deseo femenino no tiene porque ser entendido como un problema, a no ser que ambos padres lo sientan como tal. Existen textos y artículos sobre este tema en el que lo definen como “ trastorno sexual tras el parto”. Yo personalmente nunca lo denominaría como trastorno, puesto que entra dentro de la normalidad y es una respuesta natural. La presión social a la que hombres y mujeres estamos sometidos con respecto al sexo y a la importancia del mismo puede llegar a hacernos creer que padecemos un trastorno, cuando únicamente estamos escuchando y atendiendo a nuestra naturaleza. La mayoría de las madres no viven como problemático su desinterés sexual en las primeras etapas de lactancia. Ahora bien, sí puede ser un problema que el hombre no entienda este cambio, que lo perciba como patológico o aún peor, como desinterés de la madre. Por ello es esencial que nuestra pareja reciba mucha información y que la madre le explique todo lo que siente. Del mismo modo, es fundamental que no dejemos de lado el contacto físico, las caricias y la sensualidad. A veces las mujeres se cohíben a la hora de acariciar o ser acariciadas de manera sensual (por mucho que eso les apetezca) porque no desean terminar practicando el coito y creen que el contacto físico les llevará a ello. En estos casos es fácil que la pareja se sienta rechazada por lo tanto es fundamental que él sepa que seguimos deseando y necesitando su cuerpo y su contacto.

El coito y las relaciones más genitalizadas orientadas al orgasmo suelen requerir más energía y nos abstraen hasta el punto que nos pueden evadir por completo de lo que nos rodea, al mismo tiempo que cualquier otro estimulo exterior puede interrumpirlas por completo. Mientras que relaciones basadas en caricias, masajes, y sensualidad no producen tanta abstracción y no se perciben como un momento de desatención al bebé.

La ausencia, por un tiempo, de relaciones propiamente sexuales no tiene porqué perjudicar a la pareja si no existe ningún otro problema, pero la ausencia de todo tipo de contacto físico si puede llegar a distanciarlos o a generar un sentimiento de desplazamiento en el padre.

No obstante cuando la ausencia de deseo sexual se prolonga mucho en el tiempo podría estar respondiendo a problemas relacionados con el estrés derivado de compaginar el cuidado de un bebé con el trabajo y con los demás aspectos de nuestra vida. En este caso es recomendable detenerse a pensar si estamos descuidando nuestro bienestar y el de nuestra pareja y si es así intentar poner soluciones. Muchas veces es tan sencillo como delimitar un tiempo para nosotras mismas e introducir como rutina diaria la práctica de alguna técnica de relajación, así como regalarnos algún baño relajante y un tiempo exclusivo dedicado a nuestro cuerpo y placer sensorial.

En casos de estrés más severo puede ser necesaria la ayuda de un profesional, así como en aquellos casos en los que el deseo hipoactivo sea percibido como un problema dentro de la pareja. En este sentido es preciso recalcar que en lo que respecta al deseo y a la forma de sentir placer no existen reglas, no hay normalidades ni anormalidades y por lo tanto solamente es problema aquello que realmente produce malestar.

Bibliografía

[1] La sexualidad natural del amamantamiento: una prescripción evolutiva para la salud emocional, Dale Glabach

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Ilustración de Faby

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