Autor: Ramón Soler
Fuente: Mente Libre
Uno de los casos más significativos que he tenido hasta el momento es el de una mujer marcadamente hipocondríaca, adicta a todo tipo de medicamentos (alopáticos y homeopáticos), adicta a la comida (tenía dos frigoríficos en su casa aunque vivía a cinco minutos de cuatro supermercados diferentes) y de un sobrepeso cuasi mórbido.
¿De dónde venían todos esos patrones tan dañinos?
Cuando llegamos a la génesis de los problemas emocionales de esta paciente, averiguamos el porqué del comportamiento adulto de ese bebé uterino cuya madre había perdido a su ser más querido cuando la llevaba en su vientre y que pasó un embarazo triste, deprimida, apagada, en el que se olvidaba de comer casi a diario y en el que ni siquiera se acordaba de la vida que llevaba en sus entrañas. Esta pequeña, se pasó su etapa uterina escondiéndose para no molestar a su madre y bajo un estado de ansiedad continua temiendo la muerte por falta de alimentación.
Como este caso puedo contar muchos más, pues, por desgracia, y si me permiten tomarme la licencia de parafrasear a Alfred Tomatis, para muchas personas la estancia en el útero no son Nueve meses en el Paraíso.
Tras mucho reflexionar sobre lo que sufrían mis pacientes en la etapa uterina, decidí que la solución estaba en prevenir e intentar atajar los traumas de las personas antes de que se produjeran ¿Cómo? Trabajando con las mujeres antes del embarazo o, si no ha podido ser antes, durante el embarazo para que se liberaran de sus condicionamientos y no los transmitieran a sus bebés.
Sobre el papel parece fácil, pero en realidad es un trabajo complejo, duro y un acto de valentía por parte de las mujeres que llegan hasta el final y logran liberarse, formar patrones de conducta positivos y retomar la vida desde una nueva perspectiva.
El verdadero quid de la cuestión está en realizar una profunda introspección e ir limpiando paso a paso el inconsciente de todos esos comportamientos dañinos (muchas veces heredados) que arrastramos con nosotros y proyectamos en nuestro día a día. Si logramos deshacer esos nudos emocionales, durante la etapa del embarazo, la mujer, al estar liberada, podrá relacionarse con su bebé de forma positiva y limpia, sin condicionamientos que los marquen a los dos con miedo, tensión, ansiedad, estrés y dolor.
La seguridad en sí misma y la confianza en su naturaleza de mujer y embarazada, también ayudarán a que el embarazo sea llevado de forma consciente y sin intromisiones externas. La mujer decide por ella y su bebé, se informa, busca la mejor opción, la más sana, la más respetuosa hacia la futura salud mental y física de su bebé y por supuesto, de ella misma.
Pero, además, y este hecho es de una importancia fundamental, la mujer que se haya trabajado eficazmente antes de su parto y que haya logrado sacar a la luz su verdadera personalidad, esté segura de sí misma y satisfecha con su forma de ser, comprobará como al afrontar su trabajo de parto sin miedos, su instinto actuará de forma más eficaz, eliminando de un plumazo gran parte de la tensión, el miedo y los temores.
Así mismo, para el bebé el efecto será el mismo. La transición de la vida uterina a la vida terrestre será mucho más fácil y agradable si nace de una madre relajada, consciente de su valor y de su capacidad para parir y conectada con él durante todo el proceso, que si nace de una madre en tensión, presa del pánico y sin la capacidad de decidir lo mejor para ella y su hijo.
También quiero resaltar el hecho que no es lo mismo trabajar antes del embarazo que mientras la mujer está embarazada. En este segundo caso, nunca deberemos olvidar que el bebé está presente en todo el proceso y que tenemos que actuar de la forma más delicada posible para evitarle cualquier tipo de emoción negativa.
Además, hay que fomentar durante todo el tiempo del embarazo una vinculación emocional positiva y el apego entre madre-bebé a través de relajaciones, meditaciones, visualizaciones guiadas, el canto, la charla habitual con su hijo (contarle los hechos del día a día, explicarle cuando haya algo negativo que no es culpa suya, etc), los cuentos, el tacto, la alimentación sana y natural, y en definitiva intentar minimizar los impactos emocionales negativos para el bebé.
Para concluir, quiero volver a repetir una idea que considero que toda mujer que quiera convertirse en madre debería tener muy presente: una madre confiada, relajada, seguro de sí misma y liberada de las cargas inconscientes de su pasado, le regalará a su bebé uterino el mejor de los dones: una salud emocional (y por consiguiente física) positiva y equilibrada.
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