Autora: Itzel Farías Malagón
Fuente: www.psic.mx
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La crianza respetuosa es un tema que últimamente ha tenido gran relevancia, se habla cada vez más de ella o de alguna de sus acepciones, como la lactancia, el colecho, el porteo y el apego.
Pareciera que es un tema nuevo o que recientemente se “inventó” para criar a nuestros hij@s, pero la crianza respetuosa es muy antigua y se relaciona con una forma natural de responder a las necesidades de los más pequeñ@s, no es casualidad que esté tomando tanta fuerza y cada vez más familias opten por aplicarla con sus hij@s.
Este hecho responde a la crisis que estamos viviendo como sociedad, donde estamos generando un mundo cada vez más violento, en el que la mayoría de los adultos padecemos un desajuste emocional en algún momento de nuestras vidas, y donde el estrés y la angustia son “el pan de cada día”.
Esta situación se puede explicar retomando el hecho de que a inicios del siglo XX surge un desarrollo exponencial de conocimientos científicos y con ello un desprecio por la naturaleza. Esto impactó en todos los ámbitos de la vida humana como la alimentación, donde los más perjudicados fueron los bebés al crear las primeras fórmulas lácteas con la intención de ser mejores que la leche materna y con ello una serie de mitos para convencer a las madres de recurrir a ellas. La realidad es que a la fecha ninguna fórmula tiene la complejidad de la leche de cada mamá, pero sí generó una inseguridad materna de la cual todavía somos herederas al no creernos capaces de producir la leche necesaria y de calidad para nuestras crías.
En el ámbito de la educación, comenzaron a popularizarse corrientes como el conductismo, donde sin importar los sentimientos se esperaban obtener conductas “correctas” como la independencia precoz, aunque esto conllevara la ruptura de lazos emocionales entre padres e hij@s.
Nuestra generación y la de nuestros padres, fuimos criados con la concepción previamente descrita y con métodos que hasta la fecha se difunden como eficaces pero que llevan implícito un alto grado de violencia, uno de ellos es el “Método Estivill” que enseña cómo dormir a un bebé dejándolo llorar, separándolo de la madre lo más pronto que se pueda y “educándolo” para que aprenda a auto-consolarse.
Otro de los métodos favoritos es emplear los golpes siguiendo el dicho “más vale un golpe a tiempo”, incluso es común conocer personas que afirman que los golpes de sus padres los ayudaron a ser “gente de bien”, a pesar de la evidente dificultad que tienen para mantener relaciones interpersonales sanas.
Es así que fuimos educados para la agresión a tal grado que nos cuesta trabajo identificar qué tanto recibimos y ejercemos violencia; únicamente lo reconocemos cuando es algo evidente como un golpe o un insulto directo, olvidando que la negligencia, la discriminación y el desprecio también hieren, y no solo eso: al momento de ser padres forman parte de nuestra crianza.
Es por ello que la crianza respetuosa resurge como una necesidad de que las madres retomemos nuestra confianza e intuición, de empoderarnos como mujeres y madres sabias, y con ello contribuir a generar una sociedad más sana.
Además, esta forma de criar nos obliga a regresar la mirada a nosotros mismos, a cuestionar nuestros propios sentimientos y heridas de la infancia, nos regala la oportunidad de sanarnos al mismo tiempo que educamos con el amor, la paciencia y la entrega que tal vez nuestros padres no tuvieron con nosotros, pero que ahora podemos decidir hacerlo con nuestros propios hij@s.
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