Autora: Noe del Barrio

Fuente: www.princesasyprencesos.es

Tengo dos corazones, que laten cada uno a su ritmo, pero juntos, uno es fuerte, grande y conocido, lleva toda la vida conmigo.
El otro es pequeño, tiene 14 meses, y late con fuerza cuando se acompasan. Y se entristece y ralentiza si se alejan.
Es capaz de sentirme en la distancia, forma parte de mi, vive arraigado a mi, su existencia es un abrazo permanente, su seguridad soy yo, su alegría y su porqué.
Apenas sabe como se llama y sin embargo venera mi nombre, me ama con locura, soy su universo y su Dios, y cuando me alejo, pierde la fe y se derrumba su mundo. Se apaga su sol.

Me necesita, me respira, se alimenta de mi.
Grita si me pierde de vista tras la esquina del pasillo, y aunque ya sabe llegar solo con sus pasos renqueantes hasta el baño, no encuentra paz hasta que no me encuentra allí.
Si me levanto a por un vaso durante la comida, se nubla y una tormenta se cierne en el salón, durante los 7 segundos exactos en los que atravieso la puerta y deja de verme. Su universo se vuelve oscuro y tenebroso, y vuelve el sol con todo su esplendor cuando regreso, y con una sonrisa le pregunto: Qué te pasa? Y sus lágrimas se escabullen entre los pliegues de su sonrisa, y como un mantra repite ma ma ma ma…

Me siento necesitada, soy oxigeno, alimento, agua. Soy luz.
Y es que nunca nadie me había hecho sentir tan importante.
Tengo tres hijos, y con los tres me he sentido así, los tres me han dado el poder de la maternidad. La fuerza. Las alas.

Algunos lo llaman mamitis, cuando vive abrazado a mi cuerpo, cuando gime si me alejo dos metros, cuando de noche se despierta y llora si me doy la vuelta y presiente mi espalda, y me obliga a girarme, y como un funambulista buscar la línea exacta en la que no corramos peligro, esa que le deje espacio para estirarse y dormir pero sin alejarme, el pecho a un gruñido, la mano a un suspiro, mi beso a un ronroneo…
Y es que eso necesita para dormir, mi calor, mi pecho, mi mano, mi beso.
Dormir… Perdida la cuenta de cuantas veces por noche dejo de hacerlo, proporcional al tamaño de mis ojeras.
Su sueño, dulce y alerta, porque hasta en sueños teme perderme. Y es mi respiración y mi abrazo su única salvación.

Lo llaman angustia de la separación en bebes, algunos lo llaman vínculo.
Yo lo llamo supervivencia.
Me agota a días, y sobre todo a noches, me desespera a veces, cuando el cansancio me puede.
Y sin embargo se que es el cimiento de nuestro futuro, el arraigo que le hará crecer recto y grande.

Es supervivencia, cuando a empujones y metiendo manos y cabeza echa a sus hermanos de mi regazo, cuando entre risas va ahuecando y pone su cuerpo entre nosotros, porque me sabe suya, propia, única.
Su tesoro, su propiedad más preciada.
Y pelea por mi contra cualquiera que ose acercarse y robarle un centímetro de mi.
Soy tan suya que no hacen falta escrituras, más que su primer sollozo, prediciendo un llanto para salir corriendo y sostenerlo en brazos.

Es mi tatuaje, como antes que el lo fueron sus hermanos, ellos ya no me necesitan con la misma fuerza, y sin embargo aunque ya no sean visibles en mi piel y en mis brazos, siguen siendo tatuajes de mi alma, porque el tiempo que pasamos siendo uno, ha quedado grabado en mi corazón.
Y espero que en el suyo también.

Esta fase, de desesperación cuando nos alejamos, pasa, pero no pasa el aprendizaje de saberse parte de mamá, de sentirse querido y protegido, consolado y cuidado.
De crecer con la seguridad que eso supone.
Ojalá durante el resto de sus vidas consiguiésemos que se sintiesen así.
Cómo sería el mundo si todos nos levantásemos por la mañana sabiéndonos queridos, protegidos, parte indispensable del mundo?

Y un día, amanecerá y habrá comprendido que somos seres independientes el uno del otro, y ese día volveré a poder ducharme con la cortina echada, y podré volver a utilizar el baño sin el sentado en mis rodillas, y volveré a comer mi plato íntegro.
Y ver una serie cuando se duerman tumbada en el sofá sin el durmiendo encima de mí, y volveré a leer un libro sin que nadie intente morderlo.
Y tomar un café mientras sus manitas pretenden robarme la taza.
Ese día llegará.
Y será triste, porque mis bebés habrán crecido, y casi ni me habré dado cuenta…

Dejadme sentir un poca mas la sensación de saberme única, perfecta y maravillosa a sus ojos.
Puro amor…

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Ilustración de Leandro Lamas

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