Autora: Myriam Moya
Fuente: Enminusculas.com

Todos los días son el día de la madre.

Todos los días podríamos intentar encontrar un momento a solas para honrar el útero que nos acogió y/o los brazos que nos acunaron. Desde el respeto y en silencio.

Todos los días podríamos pensar que somos parte de una cadena interminable de matrioskas, eso relativizaría nuestro paso por el mundo y nos acercaría de una manera sencilla a la inmortalidad y al origen.

Todos los días sería hermoso agradecer y cuidar de alguna manera a esa otra madre tierra que nos engloba y protege, y hacerlo de manera consciente.

Todos los días abrazar también la parte masculina que está en nosotras y que completó la primera célula porque es muy necesario que todo sea visible.

Todos los días, mirar a los ojos de cada uno de nuestros retoños y agradecerles el habernos convertido en alguien diferente, una mujer mucho más sabia, más vulnerable, empática y madura.

Todos los días reconocer en nuestros hijos/as a nuestros maestros/as.

Todos los días podríamos quitarle los adjetivos a nuestra maternidad y acercarnos al resto de mujeres que recorren (cada una a su manera) el mismo camino.

Todos los días podríamos tender puentes.

Y entonces devolverle a la palabra “madre” todo lo sagrado y todo lo cotidiano, para que no necesitemos un día de la madre para estar presentes.

Para que seamos simplemente eso hijas-madres-hijos-padres… parte de la cadena del flujo de la vida.

El gran milagro.

Pd: La presencia no siempre es física, los/las que han perdido a sus madres o a sus hijos en el camino lo saben bien, la presencia es intemporal, honrémoslos también.

Texto: Myriam Moya www.enminusculas.com

Imagen: Gioia Albano www.albanogioia.com

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