Autora: Blanca Garcia
Fuente: Crianza En Flor

Me meto a duchar y te enojas mucho. Llanto y grito desbordante.

Te hablo mientras me apuro, no escuchas, no puedes escucharme desde tu rabia.

Me salgo, seco y visto medio mojada. Sigues gritando y llorando.

Mi propia rabia ya está aquí, la siento en mi piel, en mis manos. Y en mi mente me veo pegándote.

Mi propia pataleta está aquí. Mi instinto dice “ataca o huye”. Decido huir, quedarme a tu lado es peligroso para ti. La rabia la siento en mis manos y la veo en mi mente.

No me dejas huir. Gritas, lloras con más fuerza, me tiras el calzón. Estás absolutamente desbordado. Tu pataleta gigante está aquí.

Te tomo en brazos por amor. Por amor decido quedarme en circunstancias que sólo quiero atacar o huir.

Te tomo y te siento en mi cadera sin mirarte. Siento demasiada rabia para mirarte. Sólo quería ducharme, 3 minutos, ¿No podías esperar 3 minutos?

Siento tu mirada intensa posada en mí. No quiero ni mirarte, pero te miro.

Tu carita expectante e interrogadora. Tu mirada busca contacto y también respuestas.

Encontrarme con tu mirada regula mi propia pataleta, mi rabia y frustración. Ya no quiero huir, no quiero atacar, quiero quedarme contigo, y responder con sensibilidad a lo que sientes.

Te miro, saco la dureza de mi cara y te sonrío. En un segundo, cambias tu mirada, la relajas y ya no buscas respuestas.

Apoyas tu cabeza en mi hombro y sollozas acurrucado.

Y pienso, ¿Por qué no te acogí antes? ¿Por qué no fui más oportuna al responder? ¿Por qué no acompañé tu pataleta desde el principio?

Y me respondo, porque sentí rabia de no poder ducharme, porque me frustré que no me escucharas. Porque me enojó que te enojaras. Porque mi pataleta no dejó espacio para regular la tuya.

Sentémonos mejor, acurrucados. Respiremos al mismo compás.

Y reflexiono, lo mismo que me da vueltas siempre, ¿Por qué no te dicen que siempre, o casi siempre, al acompañar la pataleta de tu hijo deberás también regular la tuya? ¿Y quién me abraza a mi ahora?

Mejor sigamos acurrucados.

Y concluyo, debería existir una polera que diga “Abrázame, tengo un hijo de 2 años”.

Blanca García
Fundadora/Directora Crianza En Flor

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